miércoles, 25 de octubre de 2006

5)Un pensamiento que se estanca, es un pensamiento que se pudre.


A nadie sorprendieron los incidentes de este nuevo 11 de septiembre, precisamente porque sabido era que los evidentes conflictos de la sociedad de clases iban en aumento (en cuanto a visibilidad, pero claro, para el proletariado conciente no es una novedad cada una de las contradicciones).
La molotov que estalló en una de las ventanas de La Moneda puso en alerta a los burgueses de todos los colores, y era de esperarse que una vez más el discurso demócrata (que pretende contraponer dictadura con democracia) hiciera eco en todos los medios de información de la burguesía. "Un atentado a la democracia". "Una imagen que se vuelve a repetir: La Moneda en llamas (haciendo alusión al ataque a la casa de gobierno por aviones militares en septiembre del 73)".
Como era de esperarse, inmediatamente se convocó a una reunión extraordinaria para analizar el "tema" de la seguridad, se ajustaron medidas que prontamente fueron difundidas de forma rimbombante en los medios masivos. Y empezó la caza de brujas. Todo apuntaba a los anarquistas.
Pero no es la idea de este texto dar una narración ociosa de los acontecimientos, sino intentar proyectar un debate en cuanto a nuestro avance como clase. Y es en este sentido que lo que se plantea es en cierta medida una crítica a las tácticas utilizadas este último tiempo por el "movimiento anarquista" (bien podría ser otra tendencia, hay consideraciones generales que se repiten una y otra vez en los grupúsculos anticapitalistas), nunca en un afán destructivo, sino más bien esclarecedor de una posición de clase, utilizando todo lo que los proletarios tenemos a nuestro alcance para afirmar nuestra dirección revolucionaria: la experiencia histórica. La crítica planteada va mucho más allá de alguna marcha como hecho particular, sino que se proyecta más bien como un esclarecimiento de posiciones para el combate contra la sociedad de clases en cada momento.

a) El carácter de los acontecimientos.

Desde todas las fracciones de la burguesía se tendía a asociar los disturbios exclusivamente con los anarquistas, que desde hace varias jornadas de protesta habían adquirido cada vez más una espectacularidad casi televisiva. Todo aquel que salga a la calle y que descargue su rabia contra alguna representación del poder burgués es considerado un anarquista, lisa y llanamente por confrontar de forma violenta. Pero tal afirmación no nos debe sorprender, ya que incluso muchos "anarquistas" (aquellos que inmaduramente ven la confrontación como el fin en sí mismo) se asumen y se sienten reflejados en aquella imagen del "encapuchado" (aludiendo nunca a una razón de seguridad, sino a esa clasificación burguesa que reproducen los expertos en sectas en algún canal de televisión, que no dista mucho del considerarse "antiyuta"). Aquella inmadurez se refleja en aquel carácter fetichista de la capucha, asumiéndolo como un juego, como se pretendió abordar en un artículo anterior.
Pero la verdad es que esta asociación de actuar violento con anarquista más bien separa de la lucha real, bien lo saben los burgueses. Y claro, muchos de estos "anarquistas" no hacen otra cosa que "combatir" a la burguesía desde una óptica alienada: se les sigue el juego al reconocerse no como clase, sino como movimiento que profesa una determinada ideología.
No todos los proletarios que estaban atacando la propiedad privada se reconocían como anarquistas, y los burgueses más concientes lo tienen claro. Cuando el movimiento de los explotados tiene un avance real en la abolición de las condiciones existentes esto no es producto de ningún grupo, sino de la clase en su conjunto.


b) El rol histórico de la ideología: pensamiento estancado, pensamiento podrido.

La ideología es la cristalización de toda teoría revolucionaria, el estancamiento de toda idea, la cosificación del pensamiento y su desligamiento con el tiempo y el espacio.
Que los proletarios luchen por imponer una determinada ideología no es otra cosa que pasar por alto el contexto particular, es decir, la verdad ya está dictada y lo único que resta es aplicarla. Los proletarios deben saber dilucidar las condiciones materiales para poder aplicar la táctica más adecuada. Más adecuada no porque lo dicte una determinada ideología, sino porque después de repetidas derrotas el movimiento proletario ha sacado lecciones, que le han servido para darse cuenta de sus debilidadesy fortalezas, de sus aciertos y equivocaciones, en fin, de sus medios, tácticas y fines.
Es en este sentido donde la teoría revolucionaria juega un papel fundamental: se está constantemente recreando gracias a las experiencias históricas de nuestra clase. Es por esto que teoría revolucionaria nada tiene que ver con ideología, por esto es que son enemigos irreconciliables… toda lucha que proyecten los proletarios más concientes de nuestra clase esta condenada al fracaso si se proyecta desde un pensamiento estancado, que no tiene en consideración la historia para proyectarse hacia delante.


c) La cristalización de los "ismos".

Es lógico que en el estado actual de las organizaciones proletarias las apariciones públicas de determinados grupos se hagan en forma de bloque (como tendencia a la agrupación en cuanto a ideología). Pero que ello sea casi por naturalidad no significa que sea el camino correcto. De hecho, más que acercarnos y ayudar a reconocernos como clase cada uno de estos movimientos "cristalizados" parecen intentar crear un ghetto, una frontera que los separa de los demás ghettos (de los otros "ismos"). Esto no es simplemente el error y la debilidad de algún determinado grupo, sino una falencia de nuestra clase completa.
Al agruparse en torno a la ideología lo único que logran los compañeros más concientes de esta lucha es separarse de su clase, caminar muchas veces en paralelo dejando de lado el avance real, intentando reproducir (quizás sin querer) el modelo de la secta.


d) Sólo en la acción el proletariado logra reconocerse como clase.

Lo que todos esperamos es que se den jornadas donde se combata álgidamente, pero que estos combates cuenten con la fuerza y la potencialidad de nuestra clase en conjunto. Con esto no se pretende afirmar que el choque violento no es necesario en este instante o que es necesario "educar" al proletariado. Lo que se debe fomentar es la organización de los explotados en cada momento y lugar, pero también es importante darle golpes cada vez que se pueda a la sociedad de clases, desmitificando entre nuestros hermanos de clase el papel de la violencia, proyectarla como una herramienta de lucha política tan válida como cualquiera otra. Nada diferencia una olla común, una toma cultural, una toma de terreno, un choque contra los perros guardianes del capital, una ocupación del lugar de trabajo o de estudio, ya que en todas ellas vamos creciendo como clase, vamos estrechando lasos, recuperando la memoria histórica y también nuestra vida. Esta es la dirección donde debemos seguir construyendo, reconociéndonos allí donde compartimos circunstancias, allí donde lo que nos une es sólo una cosa: las ansias de construir una sociedad sin clases.
La miopía, aquella falta de lucidez para asumir el papel nocivo de la ideología en el proletariado (que en ningún caso es emancipante) nos hace caer en falsas divisiones, en falsas disputas que nos confrontan muchas veces ilusamente como autoritarios y antiautoritarios, cuestión que no es tal, ya que como lección histórica el proletariado ha comprobado que la verdadera contradicción que se da en nuestro movimiento es otra: REFORMA O REVOLUCIÓN.

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